viernes, 25 de enero de 2013

Capítulo I

Suavemente entraron los primeros rayos de sol que presagiaban un hermoso día, suavemente entraron filtrándose por la cueva donde había dormido confortable y plácidamente... Me dirigí a la entrada para admirar el amanecer, que parecía haber nacido tan sólo para mí, la playa de arena, el agradable son con que las olas acunaban y masajeaban la orilla.

¿Cómo era posible que yo me encontrara tan bien?, si ni siquiera sabía por qué estaba allí, cómo llegué ni con quién. Había pasado unos cuantos días viviendo en aquella cálida cueva sola, pero sin sentir soledad, sin padecer hambre ni miedo, la verdad, es que me sentía más viva y libre que nunca. Me puse el chal negro y paseé por la playa pisando la arena fría y dejando las primeras huellas sobre ella. Respirar la brisa fresca y salada me liberaba de cualquier tristeza que me hubiera anidado anteriormente. Al llegar al final de la playa, volví sobre mis pasos mirando hacia la arena, alguien agarró mi mano con fuerza y sentí un pinchazo que me dejó helado el corazón.

Hoy, primer día del año en una fría y triste habitación de hospital, sola. Llevo dos semanas ingresada. Me despierta una enfermera al intentar cogerme una vía en el brazo derecho, pues el izquierdo no admitía una nueva intentona. Con tanta sangría, procuro cerrar los ojos y seguir recordando el maravilloso sueño en la playa, el bienestar que fabricó mi fantasía.

-Buenos días Elena, ¿cómo te encuentras hoy? -me pregunta Isabel, la enfermera que me estaba atendiendo con suma delicadeza. La miré y le sonreí, pero no con mi mejor mirada ni mi mejor sonrisa, porque hoy era un día muy especial, y yo me encontraba débil aún, con el ánimo bastante encallado.

Las mañanas en el hospital pasan rápido entre desayuno, limpieza de habitación, pruebas y la visita del médico, justo hoy me ha dicho que todo va mucho mejor, el accidente de tráfico que sufrí no me dejará secuelas, podré empezar más pronto de lo que creía a hacer mi vida normal e instintivamente me abracé a él y le planté el mejor de mis besos en su mejilla.

Como todas las tardes llegaron las visitas de familia y amigos, esos que te quieren de verdad, cada vez me traían más libros para leer, cuando les conté la noticia se revolucionaron, gritaron, rieron y me felicitaron todos a la vez. Me consolaban con palabras dulces, me encontraban guapísima y solucionaron todos los papeles burocráticos de pólizas, seguros, etc...Tuve también alguna visita que otra de anteriores ligues, que con sus miradas parecían decirme que lo podríamos intentar otra vez. Los pobres... se les notaba en sus ojos cansancio y ojeras, claro después de trasnochar para celebrar el fin de año... Yo hubiese estado bastante peor, seguro.

Ya iban a dar las ocho, hora en que termina la visita y poco a poco se fueron despidiendo. Las salas empezaban a vaciarse y el silencio se iba apoderando de la planta entera. Yo también deseaba descansar, sobretodo para conciliar, si fuera posible, otro mágico y reparador sueño. Me trajeron la cena, después leí un poco y cuando empezaba a embelesarme acurrucándome entre las sábanas, escuché unos tímidos toques en la puerta, se abrió ligeramente y entró despacio un hombre en pijama de hospital, alto y desgarbado, cojeando se acercó hasta mi cama. Me sorprendió la belleza de su rostro simétrico y proporcionado, con encanto y personalidad. Me incorporé y estuve a punto de tocar el timbre, podía ser un chalado o un asesino, no se cuántas cosas pensé a la vez y mi cuerpo temblaba hasta las uñas de los pies. ¿Qué hace aquí?.. mi voz brotó tímida y quebrada ¿quién eres?... ¿qué quieres?. Me sonrió y comenzó a hablarme chaporreando el español con mucho acento francés, su atractiva voz era grave y profunda, a duras penas le pude entender que se llamaba Gilbert, tenía 34 años, cinco más que yo, vivía en un pequeño pueblo de la Bretaña francesa de nombre Lannion, con una hermosa playa... inconcientemente pensé en la playa de mi sueño. Dijo que me había visto varias veces recorrer el pasillo con mi gotero a rastras y se desconsolaba al verme rodeada de gente.

Oímos los pasos del enfermero de turno y rápidamente se despidió con un beso, apretando mis manos con delicadeza. Adiós Elena y se fue.

Esa noche no soñé, el rostro de Gilbert anulaba cualquier otro pensamiento.

Al día siguiente, en cuanto pude, le pregunté a Isabel por qué había ingresado Gilbert en el hospital y con una sonrisa un poco socarrona me respondió que había sufrido varios traumatismos al caer cuando escalaba el Teide en solitario. "Éstos giris locos", aunque muy guapo, ¿no?..¡Tiene enamorada a la mitad de la planta!.

Hoy, a las tres de la tarde me daban el alta, recogí mis cosas y salí de la habitación en busca de Gilbert, sabía que estaba en la 525. Toqué y entré, pero no había nadie, la cama estaba recién hecha y el cuarto limpio. Me dirigí al control de enfermería, pregunté por él y me dijeron que había pedido el alta voluntaria, se había marchado precipitadamente, pero había dejado una carta para mí.

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4 comentarios:

  1. Inicio de novela. Parte el barco a un destino sin precisar. Suerte en el viaje.
    Capítulo que se narra en primera persona por una mujer.
    Tampoco me queda claro la autoría.
    ¿Quién es la autora?

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  2. Bueno, bueno, bueno, el autor de este capítulo deja muchas puertas abiertas interesantes, un accidente que no conocemos, un flechazo hacia un hombre del que sólo sabemos que es ingles y bastante guapo e intrigante por ese alta voluntaria rápida que ha pedido y esa carta que ha dejado para la chica. Tener presente todos estos frentes que deben de seguirse de alguna u otra forma.
    A nivel de estilo me parece un capítulo fresco y rápido de leer, con claves que enganchan al lector, pero con alguna que otra frase demasiado familiar y que puede hacer perder el interés por su lectura cuidado con ellas.
    Enhorabuena al autor, voy por el siguiente.

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  3. :) me gusta me engancha y me intriga a la vez felicidades a la autora ha logrado algo grande enserio.

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  4. No te preocupes por lo que estamos haciendo con tus personajes, ya los tendrás de nuevo en tus manos en la segunda vuelta.

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