miércoles, 20 de febrero de 2013

CAPITULO VII


Recuerdo aquella primera vez que cruzamos nuestras miradas, yo solía ir a menudo a esa cafetería de la plaza de París a tomar café y así corregir los exámenes de biología de mis alumnos. Aunque disfrutaba con mi profesión resultaba agotadora desde que comencé a compaginarla con la investigación. Gracias a tu tropiezo con mi mesa para esquivar las sillas del resto de clientes hiciste caer mi café sobre algunos exámenes, todavía veo como tu mejillas enseguida tomaron color e intentabas ayudarme consiguiendo únicamente destrozar aún mas aquellos papeles, bueno si que ayudastes, a aquellos alumnos a llevarse un aprobado por el morro. Por mi cabeza todavía pasa la posibilidad de que aquel tropiezo no fuera mera casualidad, sino la necesidad de encontrar compañía, pues tenías los ojos rojos y la nariz hinchada todos los signos de que anteriormente habías estado llorando; y así distraer tus pensamientos de aquello que te había causado ese dolor, a mi tampoco me importó, pues ya hacía tiempo que no gozaba de la compañía femenina y aún más al ver lo guapa que eras.

Gracias a ti los siguientes 15 días a tu lado fueron maravillosos. Fuistes una nueva luz en mi vida.

Lo único malo es que éste fantástico sueño tenía su fin pues tu viaje tenía billete de regreso a Tenerife.

La última noche fue todavía mucho mas especial pues en tu habitación del hotel vivimos el deseo que habíamos acumulado de tantos paseos y largas conversaciones donde nos entregamos como si nos conocieramos de hacía mucho tiempo, sabíamos en todo momento lo que uno quería del otro,tus besos, tus caricias....todavía las siento sobre mi piel.

Al día siguiente en el aeropuerto yo sabía que esto no iba a ser un adiós sino un hasta luego pues yo sabía que a pesar que tu salías de una relación amorosa tu corazón ya comenzaba a arder no se si por la pasión de la noche anterior o porque quizas sentías algo más, lo que si sabía es que nos volveríamos a ver.

Asi que, querida Elena, te escribo todo esto porque quizás, tras tu partida a Francia no sé si volveremos a vernos, te fuistes sin saber quién era, así que solo me interesa que tengas el mejor recuerdo de nosotros que fue el momento en que el destino cruzó nuestras vidas.

Siempre tuyo Armand
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