miércoles, 6 de febrero de 2013

Capítulo III

Transcurridos unos minutos, que a Elena se le hicieron eternos, decidieron pasear tranquilamente por las calles silenciosas y dormidas de la ciudad. Poco a poco, sus conversaciones se fueron haciendo cada vez más y más triviales, dejando paso a algo que crecía irremediablemente entre ellos; su atracción, su deseo, no podían esperar...como animales en celo, se acercaron a una tenue farola. Él, la apretaba fuertemente contra sí, buscando sus labios carnosos,golosos,recorriendo sus muslos una y otra vez,sus manos ansiaban más y más. Ella, por su parte,le correspondía entregada,insaciable,buscaba su lengua,su cuerpo, todo de él...quería lamer su cara,su cuello y volver a su boca,aferrarse a sus caderas y sentir,sentir,sentir. De repente,unos ruidos extraños comenzaron a escucharse. La pareja volvió de su ensimismamiento más profundo a la cruda realidad. Esos ruidos, al principio imperceptibles, eran ahora cada vez más estridentes y cercanos y les hacían clavar la mirada al final de la calle donde apareció al principio una sombra,que poco a poco, se fue materializando en un individuo alto con traje gris oscuro que rengueaba del pie derecho. Gilbert lo reconoció al instante, tenía que huir rápidamente de aquel lugar. Clavó sus ojos en Elena,que por un segundo,sintió el amenazante peligro y huyó despavoridamente calle abajo sin saber cuál sería su fatídico destino.

1 comentario:

  1. Un coitus interruptus es poco, es la madre de todos los coitus interruptos.Se ve que los protas tienen empuje.

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