miércoles, 27 de marzo de 2013
Capítulo XVI
Recogí la llave y el sobre, mirando horrorizada como se le escapaba la vida a Miriam, despacio me incorporé, y como si estuviera soñando empecé a caminar con pasos rápidos, esperaba llegar a un lugar tranquilo para poder mirar lo que contenía el sobre y dónde utilizar la llave. Cuando llevaba unos minutos caminando sentí que alguien me seguía, volví la cabeza por sorpresa y allí estaba, era Said el que iba tras de mí. Su aspecto era furioso y al darse cuenta que lo había descubierto, se apresuró para alcanzarme y en décimas de segundo se encontraba frente a mí apuntándome con un arma, estábamos en plena calle, ambos estábamos muy nerviosos y de repente comenzó a hablar…
- Elena, cumplo órdenes del señor Leonard, con tus amigos no tenía opción…pero tú, tú,…eres especial, preferiría no tener que apretar el gatillo. Entrégame el sobre y la llave y huye. Le diré que al dispararte caíste al mar…, no vuelvas a salir de la isla. Aquí ya nada tenemos que hacer. Todos nuestros objetivos han sido derribados, con el sobre y la llave en nuestro poder, no tenemos que volver…- se mantuvo en silencio, sin saber que más decir, se notaba que la situación le superaba, estaba improvisando.
Y en lugar de aprovechar la situación para poner en orden mis ideas y hacer algo que me pusiera a salvo una vez más. La rabia, el dolor y las imágenes de Albert y Armand sin vida, que no podía sacar de mi mente me bloquearon. No pude evitar que me saliera la voz desde lo más profundo de mis entrañas.
- Si crees en la más mínima posibilidad de volver a tenerme entre tus brazos, dispara. Si tienes algún tipo de sentimiento por lo que para mí fue un simple acto de supervivencia mátame ya. No voy a darte este sobre, ni la llave. Mis amigos no habrán muerto en vano y si realmente quieres volver a Francia con todo resuelto ¡mátame!, ¡mátame! ¡mátame!...cada vez chillaba más, estaba como loca, poseída por la rabia- y no me percaté, hasta ver la cara de Said, que había llamado la atención de algunas personas que pasaban cerca, que en décimas de segundo, formaba parte de una escena de película, se oían sirenas de policía. Said me miraba como si los ojos se le fueran a salir de las órbitas, miedo, impotencia, rabia todo en una expresión. En la mía solo había odio y dolor. No sé cuánto tiempo pasó, para mí se había detenido; todo iba a cámara lenta, estaba a punto de vomitar, de caerme al suelo. Escuché dos disparos, uno de la policía al ver a Said apuntándome con un arma, otro de Said hacia mí, en un intento desesperado de terminar con lo que había venido a hacer. Por suerte falló en su disparo, creo que la policía acertó a darle en un brazo. Yo aunque ilesa, caí al suelo, sentí que mi cuerpo decidía desconectar sin contar con mi voluntad.
Desperté en el hospital, era como vivir algo que había soñado; solo que en esta ocasión al pie de mi cama no estaban mi familia y mis amigos sino dos agentes de la policía nacional. Al ver que me despertaba avisaron a las enfermeras y tras los reconocimientos y las comprobaciones oportunas, comprobaron que me encontraba bien, me dijeron que me traerían algo de comer.
- Mi bebé…- fue lo primero que acerté a decir
- No se preocupe, todo está bien, ha pasado por una situación muy estresante para ambos, pero afortunadamente los dos estáis perfectamente. Le vamos a dejar unos minutos con los agentes, si ve que no se siente con fuerzas, o se poner nerviosa, lo dejaremos para otro momento-, dijo mientras miraba inquisitivamente a uno de los policías.
- Señora García, no queremos importunarla, solo necesitamos saber si conocía a su agresor, qué tipo de relación mantenía con él y por qué quería hacerle daño.
Estuve a punto de decirles toda la verdad, pero… ¿qué verdad?, aquello parecía sacado de una novela policiaca de segunda. Nada tenía mucho sentido y había cosas que yo no sabría siquiera explicar, así que esa no era la mejor opción y decidí improvisar…
- Señor agente, - dije mientras comenzaba a llorar irremediablemente, - solo recuerdo que salí a dar un paseo y tomé los caminos menos transitados del parque, escuché voces, una discusión, y unos golpes, como si alguien hubiera caído, me apresuré hacia el lugar para socorrer a quien lo necesitara, pero antes de que alcanzara a ver nada, me encontré de frente con ese hombre, solo se me ocurrió correr y él me siguió. Yo estaba asustada y esperando que alguien me escuchara, comencé a gritarle para llamar la atención, después de eso todo me dio vueltas y no recuerdo nada más.
- No se preocupe, está todo en orden, no creo que tengamos que volver a molestarla. En efecto ese hombre había agredido a otras dos personas, pero no aun no sabemos con qué objetivo. Una de ellas ha fallecido y la otra continúa en coma. Su agresor está encerrado, no tiene porqué preocuparse, además, según nos ha dicho usted fue una víctima fortuita, así que de momento no tiene porqué preocuparse, no obstante, si se sintiera en peligro en algún momento no dude llamar al 112.
No supe que más decir, un calor se instaló en mi cabeza, ¿una víctima mortal y otra en coma?, ¿estaría vivo Armand? ¿o sería Miriam la que corrió esa suerte? En cualquier caso no podía preguntar, no a los policías, no después de lo que había dicho.
Los policías dieron por hecho, que la situación me había puesto nerviosa y se fueron pidiendo disculpas, y allí me quedé, nuevamente en una fría habitación de hospital, pero con una diferencia a la vez anterior, en esta ocasión, no sentía que había un enorme vacío en mí, esta vez, mis lagunas estaban colmadas, había comenzando a entender todo lo que había sucedido. Pese a mi gran preocupación por Armand, sonreí y supe quién era, quién era yo, quién era Armand, quiénes éramos todos.
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