domingo, 3 de marzo de 2013

Capítulo X

Tras una noche agotadora y de insomnio, la mañana no se dibujaba mucho mejor. Ansiosa tomé lo necesario, incluyendo el artefacto de la nevera, lo coloqué en un termo de mayor tamaño y lo cubrí de hielo, por temor a que comenzara a sonar de nuevo. Entonces me dirigí a una cafetería mientras hacía tiempo para la cita con el doctor Léonard.

Ya cerca de las 11 a.m. me encontraba frente a una gran casa en las afueras de la ciudad. Toqué el timbre y una voz afable e interrogadora me recibió.

- Señorita…

- ¡Hola! Soy Elena…

- Si, señorita. El doctor la está esperando, acompáñeme por favor.

Mientras atravesaba los jardines anonadada, admiraba la belleza y el lujo de aquella mansión deslumbrante por su riqueza e historia.

-Señorita…

- Si, diga usted-interrumpí a la sirvienta.

-El doctor pronto la atenderá ¿Desea beber algo mientras espera?

- Un té por favor.

Aún sin terminar de hablar la voz del doctor me interrumpió.

-¡Buenos días señorita Elena! Me siento halagado de que finalmente haya aceptado mi invitación.

- Señora Marion, por favor, escocés doble para mí y lo que pida la señorita Elena…Luego lleve el servicio al jardín de atrás, el día es hermoso y la ocasión lo amerita.

- Sí, señor Léonard.

- Bueno, Elena ¡Vamos al jardín! Espero que no te importe que te llame por tu nombre ¿Me dejas el bolso?

-¡Noooo!

Se hizo un silencio espeso y me di cuenta que mi reacción había sido desproporcionada, pero el contenido de mi bolso se había convertido en mi mayor preocupación.

-Disculpe doctor, estoy algo nerviosa, tengo algo dentro del bolso que me gustaría enseñarle.

-De acuerdo, de ser así como tú quieras.

Ya en la terraza del jardín, las vistas y el ambiente eran realmente envolventes, serenos, oníricos, pero mis pensamientos no me dejaban disfrutar de ello y pronto Léonard comenzó a hacerme preguntas sobre mi vida y otras cosas, sin poder contenerme lo corté…

-Léonard eeeeh…¡Discúlpeme! Sé que tal vez mi visita le haya hecho pensar que puede haber algo entre nosotros, pero realmente mi intención…

-¡Jajajajaja!

La carcajada de Léonard me asombró por completo.

-Elena ¿Crees que te traje hasta aquí para conquistarte, como uno de esos viejos ricachones que van buscando aventuras con jovencitas?

Me estaba hablando mientras no paraba de reírse y al instante entre lágrimas me dijo:

-¡Acompáñame, por favor!

Desconfiada entré en la casona y nos dirigimos directamente a una gran puerta en la segunda planta. Al entrar pasamos a un salón enorme…

-Este es mi estudio personal y el lugar donde paso la mayor parte de mi tiempo, cuando no estoy en el Hospital, por supuesto.

Un cuadro detrás del escritorio, enseguida me llamó la atención, era una chica de unos treinta años, extremadamente parecida a mí. Por mi mente pasaron cosas raras cuando Léonard continuó diciéndome…

-¿Ves ese retrato? ¿Cuánto se parece a ti?

-Sííííí

-Es mi hija Céline, murió hace cinco años.

-¡Oh! Lo siento.

- No, no te preocupes. Como ves mi atracción por ti no es más que la de un padre por su hija, por esto te invité, porque desde la primera vez que te vi me pareció que casi estaba hablando con mi Céline…

-¡Oh Léonard! Lo siento, no fue mi intención.

- No importa, pero ¡Sentémonos y descubramos cuáles eran entonces tus intenciones! ¡Jajaja!

-Léonard es lo que tengo en mi bolso, busco respuestas y quizás tú las tengas…

-¡Bueno, veamos!

Saqué el termo metálico del bolso, lo abrí y al sacar el pequeño frasco de entre los derretidos pedazos de hielo, Léonard quedó pálido hasta caer hacia detrás…

-¡Oh, Dios mío!

El miedo recorrió todo mi cuerpo, la palidez del rostro de Léonard y su expresión, fue como si una brasa de calor atomizara todo mi cuerpo. Podía sentir el sudor recorrer mi frente y mis mejillas.

-Léonard, me está asustando…

-Elena ¿Cómo llegó eso a ti? ¿De dónde lo sacaste? ¿Quién eres?

No dejaba de hacerme preguntas con expresión desesperada.

-¡Léonard, Léonard!…No sé -le grité desorbitadamente, hasta que por fin quedó callado.

De repente apareció en la puerta la Señora Marion atraída por los gritos.

-Señor Léonard ¿Sucede algo?

-No, Marion, gracias, puedes retirarte, estamos bien y cierra la puerta al salir, por favor.

Cada vez estaba más asustada, sentía que todo aquello era más grave de lo que había imaginado...Entonces Léonard me dijo:

-¡Elena, me lo das, por favor!

Tuve dudas, el momento y la situación no eran los más apropiados, pero insistió…

-¡Por favor, hija mía, dámelo!

Se lo entregué y comenzó a observarlo detenidamente.

-Elena, no estoy seguro aún, me gustaría hacer algunas pruebas en uno de mis laboratorios.

-¿Seguro de qué, Léonard?

-Te explico: Hace diez años Céline era bioquímica e investigadora de enfermedades tropicales y estudiaba la cepa del virus Évola. Después de años de esfuerzo, encontró una cura, al menos eso fue lo que me dijo la noche antes de que muriera. Recuerdo que estaba eufórica. A la mañana siguiente había desaparecido y el laboratorio amaneció envuelto en llamas. Tiempo después, sin encontrar pistas, la policía cerró la investigación, pero según los investigadores que contraté, esa noche, el sistema de seguridad había sido manipulado. Aunque investigadores de otras agencias confirmaron las pruebas del sistema de seguridad, siempre les llevaron a callejones sin salida y ahora tú puedes estar en peligro.

-¿Yooo??

-Sí Elena, atando cabos, el día que llegaste al Hospital, habías presenciado un accidente y al parecer conocías a la víctima…

-Sí, Alfred.

-El mismo. Alfred no era guía turístico sino el contacto de alguien que sabía que tú tenías la cepa, además de ser un agente del FBI. De la misma manera que introdujeron la cepa en tu bolso, intentarían obtenerla. Supongo que alguien lo seguía y lo eliminaron antes de llegar a ti. Eso nos da un poco de tiempo. Ahora lo mejor será que vuelvas a tu hotel, recojas lo necesario y te ocultes, yo sé dónde llevarte para que no te encuentren. Lo más importante es que estés segura.

Estaba realmente atemorizada. Sin darme cuenta, mi vida se había convertido en una locura, era carnada de peces voraces.

Léonard llamó a Marion y en voz baja le dio las instrucciones necesarias. Después me preguntó: - ¿Recuerdas algo más del accidente de Alfred que te llamara la atención?

-Sólo un hombre alto, con traje gris y ojos azules, inclinado sobre los curiosos que miraban…Ahora me doy cuenta de que lo he visto antes en algún sitio…

En ese momento, un hombre mulato de cuerpo fornido y expresión seria, apareció en la habitación:

-Señor Léonard…

-¡Ah, Said! Te presento a la señorita Elena, llévala a donde te diga y protégela como si fuera yo mismo.

-Sí señor, entiendo.

Léonard se volvió hacia mí y con expresión de dulzura y una sonrisa identificativa como alguien que te conoce de toda la vida me dijo:

Elena, cuídate y no confíes en nadie, pronto nos veremos y espero tener los resultados del frasco verificando lo que es realmente.

Mientras seguía al guardaespaldas hasta la limousine pensaba en Armand ¿Dónde estaría? ¿Me llamaría otra vez? Ahora únicamente debería pensar en mí y en mi bebé, si no salvaba mi vida no lo volvería a ver más…

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